Entradas populares

jueves, 4 de agosto de 2011

Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.

     En una de mis múltiples visitas al oncólogo, por circunstancias, nos tuvo que acompañar mi hijo Raúl, que tiene seis años. Allí en la consulta mantuvo está conversación que os reproduzco, más o menos literal pero sin exageraciones ni añadidos, con mi mujer:
"- ¿Para qué hemos venido aquí?
- No te acuerdas que papá está malito, para que lo vea su médico.
- Pero para qué, si tu ya lo cuidas mejor que una enfermera, lo cuidas casi como un médico...."
     Estas palabras salidas de un ser que sólo cuenta con seis años, casi siete ya, de vida te dejan asombrado de la capacidad de observación de estas "personas bajitas" y de la clarividencia con que contemplan el mundo. Ha sido capaz de ver la inconmensurable lucha que mi mujer tiene conmigo en relación a la atención y los cuidados.
     Pero esa lucha diaria tiene trascendencia para esta persona que, casi incansable, me procura toda su destreza y conocimientos para una mejor atención y cuidado, sin faltar, por supuesto, esa enorme ración de amor que destila hacia mí. 
     Siempre nos acordamos del enfermo, que al fin y al cabo es el que sufre en primera persona los avatares de esta horrible enfermedad, sin acordarnos casi de los sentimientos y emociones de quienes lo cuidan.
     En este caso os reproduzco un texto escrito por mi mujer, mi mejor enfermera, casi mi médico, como diría mi hijo, que bien refleja sus sentimientos y emociones con respecto a la lucha diaria con el bicho que me corroe y sus propios sentimientos. Lo escribió en un momento malo, con la moral muy baja, y por motivos que no voy a transcribir, pues lo único que quiero es dar publicidad a sus palabras.
     
     "Cada palabra que escribo es un segundo que robo a la lucha de esa enfermedad llamada cáncer. Un “okupa” que llegó sin previo aviso y se instaló sin invitarlo en el corazón del núcleo familiar.
        Toda mi familia, y digo toda, en su amplio sentido, nos hemos transformado en sus lacayos sin hacer discriminación de edades, desde el más maduro de 88 años   a los seis de mi “hijo” pequeño. Pero la “cosa” sigue avanzando,  amigos íntimos, vecinos, allegados, hasta la señora rumana que pide en las puertas del supermercado DIA, pasando por las cajeras, se han sentido arrastrados por el indeseable “OKUPA”.…Mi vida…ya no sé si vivo o sobrevivo. Tengo tantos frentes con los que luchar… Esto no es sólo una enfermedad, ni un enfermo, es un duro mundo desconocido, donde todo se escapa a tu control; el tiempo no existe o es una lucha contra-reloj. No es cierto que el tiempo se hace, ese tópico no es más que eso, un tópico. Las veinticuatro horas del día transcurren tan rápido que un buen día te despiertas a las tres de la madrugada y lo primero que haces es mirar si la persona que está a tu lado respira, la oscuridad no te permite verla, pero escuchas ese peculiar ronroneo que produce el aire al atravesar la cánula de plata, semi-atascada por la mucosidad seca de la traqueotomía. Miro de nuevo el reloj “¡¡leches, si me acosté a las dos!!”, “¡¡No puedo dormir… y el despertador suena a las 05:45!! Desisto de encender la tele, total, sólo el canal 24 h. emite algo medio interesante. Cierro los ojos y repaso una y otra vez la medicación del día siguiente y el plan del día, ya son las cuatro y no puedo dormir…. Una tos fuerte y extraña hace que abra los párpados de mis ojos. Siento la vibración del colchón y como alguien en la oscuridad de la noche se reincorpora y se sienta al borde de la cama.
        Mocos, flemas…, espero que la vecina del bajo tenga el sueño profundo. Me dirijo al salón donde tengo un aspirador de flemas, ruidoso, pero funcional. Lo llevo al dormitorio, lo conecto a la red y resuena en toda la casa el “brrrrrrrrr” y el “uffffffsh”. Listo, aspirado y vuelta al colchón…, son más de las 04:35 h. de la madrugada. Morfeo ataca de nuevo y me invade el sopor del sueño. “¡¡Ostras!!” el móvil, esa herramienta tan útil y odiosa (da igual la melodía que tenga). He llegado a desarrollar “móvil-fobia”. Ya son las 5:45 h. Me duelen los pies, corrección, de las rodillas para abajo, mis ojos no dejan de lagrimear y debo encaminarme hacia la cocina.
        Leche de soja, madalenas 4, 8 galletas campurrianas, un batido hiperprotéico, Dalacín 300, un pantoprazol (gracias Mabel por el triturador de pastillas, BENDITO triturador, a mazazos he llegado a triturar las pastillas de antibióticos Augmentine-Plus y eran dos pastillones). Perdón vecinos del 2514, pero tenía prioridades, ¡¡Ufff!!, el seguril y 300 ml. de agua.
        Pues ya son las seis. Por el pasillo a medida que me acerco se intensifica el olor del carcinoma, no me había dado cuenta cuando me levanté. El olor es…. desagradable, a podrido, a carne viva putrefacta. Abro media hoja de la ventana, todavía con la persiana baja se aprecia la humedad del rocío de la madrugada. Aún está dormido, a golpecitos, consigo que abra los ojos.
        Enrojecidos de haber pasado mala noche. Esos ojos tristes, sin pestañas, ojerosos, ya no le quedan vestigios de las cejas. Por señas (el cáncer lo dejó sin habla) me indica que le duele el oído, la mejilla y que el dolor sube hacia la parte superior del cráneo, que los parches de morfina son una mierda, que le ponga un jeringuillazo de oxicodona, otro derivado de morfina. De nuevo me encamino hacia la cocina (tengo en la nevera oxicodona). Ummm, suena la campanilla, graciosa campanilla y atronadora a la vez, a primera hora de la mañana; regreso al dormitorio, que no prepare las gotas de oxicodona, le entrará sueño y no podrá llevarme al trabajo. Ya se la pondrán las niñas más tarde, al regreso.
        De nuevo el tiempo, las 06:25 h. ¡¡PUFFFF!!
        Ya, por fin, ha desayunado, todavía he de esperar una hora de reposo, hasta poder vestirlo, bueno, ayudarle. Hacer las curas del estoma, cambiar la cánula, anoche la lavé; preparar la nota con la medicación pautada a lo largo del día, ayudarle a asearse y hacer las irrigaciones con Micostatín y Perio-Aid, antes ha de hacer irrigaciones con agua para eliminar el tejido muerto tumoral y mocos. He de hacerlo yo, cualquier persona no podría soportar el nauseabundo olor tumoral sin sentir arcadas, a veces el olor es tan fuerte que él mismo se da cuenta de tan repelente olor (cuando los dos tumores se deshinchan y puede respirar aleatoriamente por la nariz).
        De nuevo miro el reloj, tarde es súper tarde, mi mente se satura ¿de qué me sirve madrugar? Siempre se me hace tarde. ¡¡Estoy hasta las narices!!
        ¡¡Mi trabajo!! He de espabilarme, un café de sobra del día anterior, 30 segundos al microondas, 2 cucharadas de azúcar y cierro la puerta.
        La ducha me ha despejado la cabeza, ni siento ni padezco. ¿Me estaré volviendo fría? Me miro en el retrovisor del coche. ¡¡Vaya cara, vaya cara!! De nuevo  tropiezo con sus ojos, fatigados, algo todavía expresivos, pero nada comparable a lo que habían sido en otros tiempos: vivos, brillantes, irónicos, graciosos y pícaros. A veces me cuesta reconocerlos…. pero siguen siendo sus ojos.
        Me dice por señas que sigo siendo guapa. Le devuelvo una sonrisa de agradecimiento, yo no percibo eso en el espejo; estoy mayor, cansada, siquiera aparento mi edad, mis cejas carecen de forma; ya no tengo pelusilla en el bigote, tengo bigote, mi piel…. mi piel del cutis, ni tiempo he tenido para echarme una base hidratante. Tengo ojeras, bolsas y…. Veo como su mano reposa en la mejilla derecha, no dice nada, pero su gesto refleja dolor, a veces se da algún leve tortazo en la mejilla, le pregunto si está loco, que le pasa, que no haga eso!!…. y no voy a deciros lo que sus labios pronuncian aún mudos de sonidos.
        Con esto no pretendo dar lástima, no la quiero, ni la necesito, pero sí un  poquito de comprensión. No sé, ni lo quiero pensar, como he llegado al punto en que me encuentro. Sé que el desgaste físico y mental está haciendo mella en mí. Noto como cada día anida un demonio en mi interior, al que ignoro, pues yo no soy violenta, ni siquiera verbal.
        Cada día me levanto enfrentándome a una nueva batalla, que nunca sé cómo acabará, pero, por favor, no me creéis una nueva guerra, reconozco que no soy un buen rival. Estoy cansada."

     Un saludo y hasta la próxima.