Dijo Baltasar Gracián que "errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros".
Y es que existen personas que yo califico dentro del perfil de la "huida hacia adelante", personas que lejos de rectificar en sus actitudes equivocadas, e imbuidas de un hálito de perfección imaginaria, perseveran en ellas.
Este tipo de individuos suelen ser normalmente egoistas, egocentristas y ególatras, no necesariamente en ese orden. Por ello, cualquier intento de discutir sus actitudes o refutarles sus motivos viene a ser como chocar con una pared. Suelen ser sordos, ciegos y mudos para lo que les interesa, dígase sus propias cuestiones, y encarar este problema, por otra parte humano, es del todo imposible por su falta de prejuicios.
No suelen tener vista periférica cuando se mueven impulsados por sus propios egoismos y a su paso arrastran todo lo que les rodea, no importando su condición humana. A la postre, son seres que en el final de sus vidas suelen quedarse solos, pero en ningún caso admitirán que pueda ser por causa de sus actitudes, no en absoluto, la culpa siempre es de los demás.
Desgraciadamente he conocido a algunas de ellas, e incluso con una en concreto conviví durante mucho tiempo. A pesar de advertencias, ruegos y lloros nunca quiso cambiar, muy al contrario perseveró en su actitud sin atender a la demanda e incluso habiendo perdido parte de la vida que en esos momentos tenía. Y aún admitiendo, en un momento débil para ella, que la persona demandante tenía razón, su orgullo, su egocentrismo y egolatría no le permitió ni reconocer sus errores ni atender a la demanda de cambio.
Estas personas suelen vivir dando una imagen, o pretendiendo darla, que no cuadra con la realidad, una imagen impoluta de ella y de su entorno. Si se encuentran con una respuesta que consideran hostil, no les importa, se desvían y obvian esa respuesta. Como dijo esa "sabia" popular, claro ejemplo de lo que digo, "dientes, Julián, dientes, que eso es lo que les jode".
Pero sigo insistiendo en el poder destructor de estas personas, capaces de continuar su camino a costa de lo que sea, caiga quien caiga o caiga lo que caiga. Y lo más esperpéntico es cuando esto lo aplican a sus propios hijos, por supuesto, son aplicables otros calificativos como miserable, abyecto,vil, canalla o ruin, pero he decidido decir esperpéntico porque es eso: es un acto grotesco, desatinado.
No pretendo pasar por un ejemplo de padre excelente, no existen, todos cometemos errores en esto de la educación de nuestros hijos, pero hay cosas que no son de recibo. Son nuestra responsabilidad y son nuestra vida, al margen, de nuestra herencia. Y este patrimonio hay que cuidarlo, pero sobre todo amarlo. Tener hijos no es como tener gusanos de seda. Pero como le explicas esto a alguien que tiene un "inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás", que padece una "exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales", o que sólo se centra en el "culto, la adoración y el amor excesivo de sí mismo".
En fin, en estos casos uno piensa que los milagros existen y que al igual que San Pablo cayó del caballo, este tipo de personas puedan sufrir una metamorfosis que las conduzca a una conducta menos vehemente y más adecuada a su entorno, sobre todo por el personal a su cargo y el que le rodea.
Desgraciadamente he conocido a algunas de ellas, e incluso con una en concreto conviví durante mucho tiempo. A pesar de advertencias, ruegos y lloros nunca quiso cambiar, muy al contrario perseveró en su actitud sin atender a la demanda e incluso habiendo perdido parte de la vida que en esos momentos tenía. Y aún admitiendo, en un momento débil para ella, que la persona demandante tenía razón, su orgullo, su egocentrismo y egolatría no le permitió ni reconocer sus errores ni atender a la demanda de cambio.
Estas personas suelen vivir dando una imagen, o pretendiendo darla, que no cuadra con la realidad, una imagen impoluta de ella y de su entorno. Si se encuentran con una respuesta que consideran hostil, no les importa, se desvían y obvian esa respuesta. Como dijo esa "sabia" popular, claro ejemplo de lo que digo, "dientes, Julián, dientes, que eso es lo que les jode".
Pero sigo insistiendo en el poder destructor de estas personas, capaces de continuar su camino a costa de lo que sea, caiga quien caiga o caiga lo que caiga. Y lo más esperpéntico es cuando esto lo aplican a sus propios hijos, por supuesto, son aplicables otros calificativos como miserable, abyecto,vil, canalla o ruin, pero he decidido decir esperpéntico porque es eso: es un acto grotesco, desatinado.
No pretendo pasar por un ejemplo de padre excelente, no existen, todos cometemos errores en esto de la educación de nuestros hijos, pero hay cosas que no son de recibo. Son nuestra responsabilidad y son nuestra vida, al margen, de nuestra herencia. Y este patrimonio hay que cuidarlo, pero sobre todo amarlo. Tener hijos no es como tener gusanos de seda. Pero como le explicas esto a alguien que tiene un "inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás", que padece una "exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales", o que sólo se centra en el "culto, la adoración y el amor excesivo de sí mismo".
En fin, en estos casos uno piensa que los milagros existen y que al igual que San Pablo cayó del caballo, este tipo de personas puedan sufrir una metamorfosis que las conduzca a una conducta menos vehemente y más adecuada a su entorno, sobre todo por el personal a su cargo y el que le rodea.